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El peor día de mi vida

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Monday, July 19, 2010

Día 17

El día empezó preguntando cómo llegar a algún lugar donde vendieran artesanías. En Port Elizabeth había encontrado por todos lados, pero no en Joburg. Entonces, medio me explicaron y lo demás lo tuve que averiguar. Porque había que ir en combi.

El primer problema que te encuentras es que no tienen letreros. Saber a dónde iban era un misterio, porque aparentemente todo el mundo lo sabe. El misterio resuelto es: para hacerle la parada a una combi, hay que señalar con los dedos el número de ruta que queremos. Si la combi va por esa ruta, se detiene. Así de simple. Otra cosa diferente es que los asientos están en 4 filas, todas viendo hacia el frente. Cuando se suben varios al mismo tiempo, entre todos los de la fila recolectan sus pasajes y se dan cambio. Ya consolidado el dinero, se lo pasan al pasajero que está junto al chofer, que lo ayuda a hacer cuentas y regresar cambios. Para bajarse, nada de “¿Me deja en el semáforo, por favor?” Simplemente dicen: “At the robot” y el chofer hace la típica maniobra de atravesarse 3 carriles en 5 metros para dejarlos bajar en el semáforo.

Transbordar ya es otra cosa, porque las combis llegan al centro, donde es un verdadero caos. Pero sólo hay que preguntar dónde sale nuestra combi y, como todo el mundo es muy amable, no es complicado. Sólo hay que perderle el miedo inicial al lugar. El miedo, mas no la precaución, ¿eh? Ser el único blanco caminando entre mareas de miles y miles de negros tampoco ayuda mucho a relajarse.

Al fin llegué a donde me mandaron, un mall donde estaba el African Market. Había muchísimas artesanías de todos los tipos, tamaños y colores que uno puede imaginarse, y también los que no. ¡Qué barbaridad! Y qué confusión. Tantas opciones que no hay manera de escoger algo. Y todos los vendedores son del tipo que insisten, insisten e insisten. Había joyería y animales de beadwork, esculturas de madera y de hierro soldado, pieles de animales, pinturas, escudos, máscaras, tambores, vestidos, camisas y etcéteras. ¿Por qué siempre necesito ayuda para escoger esas cosas?

Afortunadamente, con los 3 pesos que tenía para gastar todo se limitó a unas cuantas opciones. Pero, eso sí, quería todo. Me quedé con ganas de preguntarles para qué alguien querría un hipopótamo de madera de 80 kg, una máscara de madera de 2 metros o un grupo de 10 personitas de hierro soldado alrededor de una fogata, casi de tamaño natural y cómo se los llevan en el avión. Pero como son de esos vendedores atosigadores, que hasta te jalan para que veas su local, mejor ni pararse a preguntar.

Era mi última noche en Joburg y no quería gastar para salir en la noche, así que la opción fue el vino barabara de ayer. Entonces, un par de botellas, unas cervezas que alguien había llevado y la pasamos super a gusto en el hostal. Fue muy buena experiencia haberse quedado ahí (y, me imagino, como en casi cualquier otros hostal): siempre hay alguien con quien compartir el taxi, o ir a algún tour o museo o simplemente cenar, desayunar u lo que sea. Conocí a gente muy interesante, con quien me gustaría seguir en contacto, por lo menos, un par de mundiales más (Alan, Nish, Emilly, Ellen, Simon, Sam). Si van a viajar y no quieren gastar mucho, que no les dé miedo quedarse en un hostal. Realmente lo recomiendo. (Y no, no los van a descuartizar como en la película)

1 comment:

Aze said...

Los hostales son la onda, solo es cuestión de buscar que no sea uno de mala muerte y te la puedes pasar muy bien y conocer gente. Bien dicho.