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El peor día de mi vida

El 19 de septiembre de 1985 fue el peor día de mi vida. Mis recuerdos de ese día están ligados a una lluvia muy fuerte de la noche anter...

Friday, July 2, 2010

Desde Sudafrica. Dia 1

Después del tristísimo partido Mex-Arg (1-3) y de la deshonrosa derrota por default que sufrimos en nuestro propio partido más tarde, llegué al aeropuerto con mis 3 hrs respectivas de anticipación para tomar el vuelo a Sudáfrica. En el aeropuerto, parecía que era día de visita de alguna escuela primaria a Six Flags. Había cientos y cientos de niños haciendo fila para tomar algún vuelo. Desafortunadamente, dicho vuelo resultó ser el mío a París. Y, para rematar las cosas, todos los niños traían el uniforme del América. Aparentemente, iban a algún torneo en Europa. ¡Vaya representación de México en el extranjero! ¡Qué horror! Pero, en fin, qué se le iba a hacer.
Al registrarme, el primero de mis planes fue frustrado. Quise verme previsor y ahorrar de paso lo más posible, así que tenía pensado comprar un par de botellas de tequila en alguna Duty Free (para aprovechar los precios sin impuestos, claro) para llevarme al viaje y ayudar a difundir la reputación (y el tequila) de todo buen mexicano de viaje, pero me informaron que, si mi vuelo hacía escala en Europa, no podía comprar en el aeropuerto ningún líquido que viniera en una botella mayor a 100 ml. Y, obviamente, comprar 80 botellitas de 50 ml quedaba fuera de la cuestión. Pero, eso sí, en París podía aprovechar y comprar todas las botellas de tequila que quisiera. Sí, claro. Como si ahí pudiera encontrar algo que no fuera tequila Sauza “Gold”. Está bien, no llegaré a emborrachar con tequila a ningún sudafricano. Tendrán que arreglárselas ellos solos.
El vuelo pasó sin pena ni gloria. Y, aproximadamente 10 horas después (Crazy Heart y Alicia en el País de las Maravillas incluidos), aterrizamos en París. Todavía tenía la esperanza de poder aprovechar mis 6 horas de espera para mi siguiente vuelo y alcanzar a recorrer por lo menos los alrededores del aeropuerto, pero resultó que no podía salir de ahí por estar en tránsito.
Hora de un paréntesis: Antes me gustaban los aeropuertos. Podía ver a gente de muchísimos lados diferentes, ver a quienes los esperaban e imaginarme sus historias. De dónde venían, qué hacían ahí, a dónde iban, quiénes los esperaban, etc. Pero, con cada vez que he tenido que esperar horas y horas y horas y horas mi fascinación ha ido disminuyendo proporcionalmente hasta que ahora los veo simplemente como un lugar grande, frío, muy caro para comprar lo que sea que necesite, e increíblemente aburrido. Fin del paréntesis.
Localicé una televisión, medio escondida en un rincón del área de comida y casi sin gente, y llegué a tiempo para ver la segunda mitad del Holanda-Eslovaquia (2-1) y seguir vagando por el aeropuerto. No había mucho de interés. Hartos productos franceses (tengo que recordar comprar algo de vino y queso de regreso) y, por lo demás, de todo lo que hay en los aeropuertos. ¡Ah, sí! Puedo decir que probé en Francia Chocolate con oro. Exactamente, de ése que brilla y cuesta mucho, de ése. La verdad, no sabía a nada (que desperdicio de oro, para irse por el excusado), pero el chocolate era muy bueno, oscuro.
Un poco más tarde, después de comprobar que, efectivamente, el único tequila era Sauza Gold (que, aparentemente, es como se dice “añejo” – para aquellos que les gustan las traducciones “literales” de las películas), me encontré a unos brasileños muy amistosos. Uno de ellos quería cambiarme mi playera – yo traía una de México – por una de Brasil, pero tanto su maleta como la mía estaban en sus respectivos aviones e íbamos a diferentes destinos, así que quedamos en intercambiar (salvo promesa muy formal de irnos al infierno) nuestras respectivas playeras en septiembre, cuando él regresara a Brasil. Tengo toda la intención de mandarle una. Probablemente se me olvide, pero lo intentaré.
Después de un muy aburrido Brasil-Chile (3-0) con una zona de comida a reventar con gente de Brasil, Chile, Sudáfrica y Francia, principalmente, finalmente abordamos un avión gigantesco (538 pasajeros, decía por ahí) y, después de cenar y ver A Serious Man, dormir y desayunar con un par de capítulos de Two and a Half Men, llegamos a Johannesburgo – o Joburg, como le dicen de cariño. En total, casi treinta horas después de haber salido de México. El clima, muy nublado y un poco frío. Bastante a gusto, en realidad.
Llegué al hostal – que más bien es una casa bastante cómoda – y me sorprendí al encontrarme a tanta gente aquí que habla español. Hay argentinos, chilenos, brasileños, un español (aunque dice que no es español, que es vasco) y hasta una australiana que medio habla español. Después, salí a caminar a una colina cercana de pastizales y grandes rocas anaranjadas y regresé a ver los otros dos juegos. El primero, Paraguay-Japón (5-3, penalties), el más aburrido del mundial hasta ahora. Después, como jugaban Portugal-España (0-1), fui con un par de personas del hostal a ver el partido a un restaurante Portugués muy cerca de aquí, bastante recomendable.
No me ha dado jet lag todavía (y espero que me dé hasta que regrese a México) y mañana voy a ir a un safari, a las 5.30am. Ya les contaré. No quiero quedarme dormido mañana temprano, así que buenas noches.

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