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El peor día de mi vida

El 19 de septiembre de 1985 fue el peor día de mi vida. Mis recuerdos de ese día están ligados a una lluvia muy fuerte de la noche anter...

Thursday, July 22, 2010

Día 18 y último en Sudáfrica

Mi último día en Sudáfrica amaneció bastante soleado, pero con un viento muy frío. No quise hacer mucho, para tener tiempo de arreglar cómo llegar al aeropuerto sin gastar millones y millones y millones en taxis. Lo primero fue conseguir mi transporte, en el Centro de Visitantes de ahí cerca. No había podido apartar mi taxi de R100 desde ayer porque ya era muy tarde cuando llegué, como para que encontrara abierto. De hecho, lo intenté, pero me encontré no sólo con que ya no estaba abierto, sino que justamente en ese momento había una exposición fotográfica, aunque bastante agradable. Total, no pude ayer.

Valió la pena esperarme. Había mucha gente ese día que quería que la llevaran al aeropuerto. Como sólo me iba a gastar R200 en Gautrain + taxi, conseguí que me llevara el taxi hasta el aeropuerto, pero el mismo precio. Cargar tus maletas menos tiempo siempre es lo de hoy.

Todavía tenía dos pendientes antes de salir: deshacerme de una tarjeta telefónica y de mi celular. Yendo por partes: compré una tarjeta telefónica de larga distancia específicamente para llamar a México. Cuando lo intenté, resulta que servía como para 100 países, pero no para México. En fin, logré venderla en lo que me costó a SImon, en el hostal. A él sí le sirvió. Y el celular, lo necesitaba cuando llegué a Sudáfrica. Ahora, ¿para qué me lo llevaba a México? Entonces, lo ofrecí y lo ofrecí hasta que alguien en el Visitor’s Center lo quiso. Con lo que me dieron, casi casi como si fuera trueque, me llevé unos collares y todavía fui por una botella de vino.

(Paréntesis enológico: Aprendí que 2007 fue un muy buen año en Sudáfrica para el vino, así que todo vino cosecha 2007 que se encuentren los convertirá en la envidia de sus amigos, por ser grandes conocedores y escogedores de vino. Por cierto, también 2009 fue buen año, pero esos vinos todavía están muy jóvenes. Habrá que esperar un par de años más – Si dicen esto en voz alta, con aire de conocedores, obtendrán todavía mayores “Ooooh”s y “Aaaah”s).

Finalmente, al super, para gastar las últimas moneditas. Compré mis últimas Milk Tarts y todavía más especias.

(Paréntesis de cotidianeidad sudafricana: Cómo lavan los trastes. Hasta eso lo hacen diferente. Tienen dos tarjas y las dos las llenan con agua caliente. A una le ponen líquido lavatrastes y es ahí donde echan todos los trastes sucios, junto con un trapo (no usan fibras). Frotan los trastes sucios con el trapo, los enjuagan en la otra tarja y los ponen a escurrir. Si alguien de aquí lo intenta, le funciona, le dice a sus conocidos, lo comercializa y se hace millonario, no olviden dónde lo escucharon por primera vez. Si no les funciona, no importa si no me recuerdan).

Ya en el aeropuerto, entré a ver cositas a las tiendas de ahí. La zona de souvenirs/duty free es enormísima y hay unas tiendas muy grandes. El único problema es que los souvenirs cuestan un 250% más caros que lo que pagué por ellos. Y, aún así, están llenísimas. Una prueba más de que los tontos no son quienes ponen los precios altísimos, sino los que los pagan con gusto. (¿A alguien le recordó a Ocesa y sus conciertos últimamente?)

Por tercera vez me tocó un Airbus de los nuevos (de esos de 580 pasajeros). Lo bueno de ese avión es que está nuevecito, tienes tele/centro de entretenimiento personal y todo eso. Lo malo es que, cuando aterrizas (en este caso, en París), tienes que pasar por inmigración junto con esas 580 personas, además de algún otro vuelo que haya llegado al mismo tiempo. Después de como una hora de espera para que me sellaran el pasaporte recogí mi equipaje y volví a documentarlo, esta vez, para Estocolmo, Suecia.

Pero, como dicen los clichés, esa es otra historia…

Monday, July 19, 2010

Día 17

El día empezó preguntando cómo llegar a algún lugar donde vendieran artesanías. En Port Elizabeth había encontrado por todos lados, pero no en Joburg. Entonces, medio me explicaron y lo demás lo tuve que averiguar. Porque había que ir en combi.

El primer problema que te encuentras es que no tienen letreros. Saber a dónde iban era un misterio, porque aparentemente todo el mundo lo sabe. El misterio resuelto es: para hacerle la parada a una combi, hay que señalar con los dedos el número de ruta que queremos. Si la combi va por esa ruta, se detiene. Así de simple. Otra cosa diferente es que los asientos están en 4 filas, todas viendo hacia el frente. Cuando se suben varios al mismo tiempo, entre todos los de la fila recolectan sus pasajes y se dan cambio. Ya consolidado el dinero, se lo pasan al pasajero que está junto al chofer, que lo ayuda a hacer cuentas y regresar cambios. Para bajarse, nada de “¿Me deja en el semáforo, por favor?” Simplemente dicen: “At the robot” y el chofer hace la típica maniobra de atravesarse 3 carriles en 5 metros para dejarlos bajar en el semáforo.

Transbordar ya es otra cosa, porque las combis llegan al centro, donde es un verdadero caos. Pero sólo hay que preguntar dónde sale nuestra combi y, como todo el mundo es muy amable, no es complicado. Sólo hay que perderle el miedo inicial al lugar. El miedo, mas no la precaución, ¿eh? Ser el único blanco caminando entre mareas de miles y miles de negros tampoco ayuda mucho a relajarse.

Al fin llegué a donde me mandaron, un mall donde estaba el African Market. Había muchísimas artesanías de todos los tipos, tamaños y colores que uno puede imaginarse, y también los que no. ¡Qué barbaridad! Y qué confusión. Tantas opciones que no hay manera de escoger algo. Y todos los vendedores son del tipo que insisten, insisten e insisten. Había joyería y animales de beadwork, esculturas de madera y de hierro soldado, pieles de animales, pinturas, escudos, máscaras, tambores, vestidos, camisas y etcéteras. ¿Por qué siempre necesito ayuda para escoger esas cosas?

Afortunadamente, con los 3 pesos que tenía para gastar todo se limitó a unas cuantas opciones. Pero, eso sí, quería todo. Me quedé con ganas de preguntarles para qué alguien querría un hipopótamo de madera de 80 kg, una máscara de madera de 2 metros o un grupo de 10 personitas de hierro soldado alrededor de una fogata, casi de tamaño natural y cómo se los llevan en el avión. Pero como son de esos vendedores atosigadores, que hasta te jalan para que veas su local, mejor ni pararse a preguntar.

Era mi última noche en Joburg y no quería gastar para salir en la noche, así que la opción fue el vino barabara de ayer. Entonces, un par de botellas, unas cervezas que alguien había llevado y la pasamos super a gusto en el hostal. Fue muy buena experiencia haberse quedado ahí (y, me imagino, como en casi cualquier otros hostal): siempre hay alguien con quien compartir el taxi, o ir a algún tour o museo o simplemente cenar, desayunar u lo que sea. Conocí a gente muy interesante, con quien me gustaría seguir en contacto, por lo menos, un par de mundiales más (Alan, Nish, Emilly, Ellen, Simon, Sam). Si van a viajar y no quieren gastar mucho, que no les dé miedo quedarse en un hostal. Realmente lo recomiendo. (Y no, no los van a descuartizar como en la película)

Saturday, July 17, 2010

Día 16

Museo del Apartheid. Me lo habían recomendado mucho y es parte de la historia moderna de Sudáfrica. Fui con Simon, de Inglaterra y resultó que la mejor forma de llegar era en taxi, así que compartimos el gasto. Resultó que el museo está justo enfrente de Gold Reef, el casino donde habíamos ido a ver el partido de Holanda-Brasil. Primero pensé que, de haber sabido, hubiera hecho el recorrido antes del partido. Pero no, fue mejor así, dedicar dos días para actividades no sólo cultural sino anímicamente diferentes.

El museo fue muy interesante. Mi única queja es que fue demasiada información. Obviamente el gobierno quiere que consideres cada aspecto de la vida de Mandela (Madiba, como le dicen allá), por minúsculo que sea. Pero es demasiado. No recomiendo saltarse la visita al museo, pero sí tomárselo más a la ligera.

La tele en este país es de lo más rara. Hay como 5 canales en la tele abierta y casi siempre hay alguno con programas en afrikaans (lo que hablan los blancos) o en zulu (lo que hablan la mayoría de los negros en esta zona). Lo extraño es cuando te encuentras con algunos programas en zulu e inglés, al mismo tiempo. Normalmente son telenovelas, donde hablan algunas frases en zulu y otras en inglés, de una manera notablemente aleatoria, al parecer. Entonces, aunque las frases en zulu están subtituladas al inglés, el resultado es una sensación muy extraña de medio haber entendido.

Ya no he mencionado nada acerca de las posibilidades de morir atropellado en este país porque, simplemente, es algo que sucede TOOODOS los días. Sigo (y probablemente seguiré) sin acostumbrarme a que los coches lleguen por donde menos lo esperas. Digo, antes de cruzar, volteas hacia un lado, luego hacia el otro y, justo cuando bajas de la banqueta, lo vuelves a hacer. Aún así, es de lo más común que pase alguna combi despeinándote las pestañas, aparentemente materializada de la nada. Qué confuso.

Para finalizar el día y para no gastar mucho en la noche, fui por algunas cervezas a la vinatería y nos las tomamos en el hostal. Con estos precios, hay que economizar en todo. Obviamente, me encontré otra vez ese vino local, sin etiqueta, muy barato (R20). Seguía viéndose sospechoso, pero, eso ¿qué? Total, no estuvo nada mal.

Wednesday, July 14, 2010

Día 15

Mientras veía los vinos en una tienda de licores cercana (en este país se produce mucho vino y, si en México el vino sudafricano no es caro, aquí es bastante barabara), me encontré con algo diferente: un vino sin etiqueta. Y había muchísimas botellas de eso. No me quise quedar con la duda y pregunté, y resulta que es bastante popular porque, como no hay que pagar por la marca, sale muy baratísimo: R20; es decir, unos 34 pesos (a estas alturas se que ya no debería hacer falta poner la conversión, pero sé muy bien que la flojera puede más que la capacidad de multiplicar por 1.7, así que mejor lo sigo haciendo). Es más, el dueño de la tienda me dijo que, si no me gustaba, se lo regresara y me devolvía el dinero. ¡Convencido! Compré una botella para probar. Tal vez en la noche.

Además de llevar mi ropa a lavar, no pasó mucho durante el día. Una niña de USA, Samantha, me dijo que ella y otros dos tipos del hostal querían ir a un “game restaurant”, que si me apuntaba para ir con ellos. Y no, no es un lugar a donde vas a comer y jugar. Ni a jugar a la comidita. “Game” también significa animales de caza. Más se tardó en decirme que yo en aceptar, claro está. Ya habían hablado al restaurante y tal vez tendrían hasta elefante. Como si necesitara que me convencieran más. El problema era cómo llegar a Sandton, donde nos íbamos a ver con ellos, porque no queríamos gastar toneladas de dineros en taxis. Así que decidimos irnos en transporte público. Es decir, en combi.

El problema era, ¿cómo? ¿Se acuerdan de las explicaciones de Boison? Bueno, pues finalmente le preguntamos – no sin cierto miedito – y, tras asegurarnos que nos repitiera lo mismo 3 veces sin cambiar las instrucciones, nos lanzamos. Tuvimos que descubrir cómo hacerles la parada y cómo saber hacia dónde va cada ruta (recuerden que no tienen ningún tipo de letrero o pintura representativa de cada ruta; todas las combis son iguales). La receta es: dependiendo del número de dedos con los que le hagas la parada es la ruta que quieres tomar. Si no van llenas y son de esa ruta, se detienen. Nuestra clave secreta resultó ser “5 dedos”. Y nuestro camino sonaba sencillo: tomar una combi a MTN (lo que fuera que eso sea) y otra de ahí a Sandton City. Resultó que MTN era un paradero grande de combis en el mismitito centro de la ciudad (al que, como todos recordarán, había que evitar entrar a toda costa). Efectivamente, las 3 cuadras que tuvimos que caminar fueron como caminar por el centro de San Bartolo en hora pico, cuidando nuestras vidas esquivando autos, combis, gente, puestos callejeros, olores surtidos, limosneros y más. Pero no hubo mayor problema y logramos tomar la otra combi. No nos preocupamos por tener que tomar el mismo camino en la noche, de regreso, porque alguien más nos iba a encontrar allá, en Sandton, nos llevaba al restaurante y hasta nos regresaba al hostal.

Otra cosa aprendida fue: cuando pides indicaciones para llegar a algún lado y te dicen “Ve por esta calla y, en el segundo… no… tercer robot, te das a la izquierda” no están hablando de Mazinger Z o alguna otra invasión robota, sino que así le dicen a los semáforos.

Nos encontramos con los otros dos junto a la estatua de Nelson Mandela y ahí nos enteramos que íbamos a tener que irnos en taxi, pero que el del coche (que era un conocido de uno de los chavos éstos) nos alcanzaba en el restaurante. El lugar este resultó estar junto al Lion’s Park y el taxi nos cobró como 170 pesos por persona.

El restaurante se llamaba, muy apropiadamente, Carnivore , era enorme y, después de una entrada de crema de frijol y ensaladas, tenía un sistema idéntico al de un restaurante brasileño de espadas, pero con carnes de muchos animales exóticos. ¿El favorito? Wildebeest. Y chorizo/salchicha de antílope. ¿El más raro? Cocodrilo. Dicen que sabe a pollo, pero no tiene mucho sabor; más bien es un sabor justo en el punto medio entre el pollo y el calamar, con una consistencia como de ancas de rana. Guardé una vértebra, de recuerdo. ¿Los ausentes? Elefante, cebra y león, que no hubo. ¿Los demás? Impala, antílope, cordero, kuku y otro tipo de antílope, pero más grande, además de los de siempre (pollo, vaca y cerdo). Por supuesto que salimos rodando de ahí.

De camino al lugar el que iba a llevar coche nos marcó para decir que dijo su mamá que siempre no, que no llegaba. El taxi, muy amablemente, nos esperó. Podría decir que era porque no quería dejarnos varados en medio de la nada. Pero más bien fue porque, entre las opciones de regresarse solito y llevarnos para así sacarnos otros 170 pesos por persona, realmente no había mucho que pensarle, ¿o sí?

Lo más trágico de la noche fue que no había internet en el hostal, justo cuando tenía que terminar y enviar unos reportes del trabajo. ¡Oh, cielos! Pero, como era algo completamente fuera de mi control y no había nada que pudiera hacer al respecto, aproveché para ponerme a escribir esto.

(El vino que compré en la mañana resultó del agrado de todos. Mañana iré por más.)

Día 14

Uno de los chavos que trabaja en el hostal es de lo más chistoso. Se llama Sonboi, o Boison o algo así. No sé bien si es su inglés o su pronunciación en inglés que es medio mala y todo el mundo tiene problemas en entender exactamente lo que a veces nos explica. Son como 5 minutos para explicarle a otra chava cómo llegar a no-sé-dónde en combi. Parece que le entendió (y esperamos que no la haya mandado a Zimbabwe).   Eso sí, le echa muchas ganas. Y le gustan las telenovelas sudafricanas. Y no, por si se lo preguntaban, no son mejores que las mexicanas. Son malísimas.

De Port Elizabeth me traje Biltong, de wors seco. En realidad, lo puedes comprar en cualquier tienda o supermercado. Biltong es el equivalente sudafricano del tasajo, o carne seca. A veces lo hacen de carne y a veces de wors (que es como entre salchicha y chorizo). La diferencia es que primero lo hacen en salmuera y después lo secan. No es tan malo como suena, la verdad; sabe mucho a carne. Si está pre-rebanado, hasta es sencillo de comer. Buen snack.

Alan (de Brasil, que regresó también al mismo hostal) había reservado un tour a Lion’s Park. Me invitó y, por supuesto, fui a ver leones. Y fue con el mismo guía que nos llevó al safari a Pilanesburg. Lion’s Park está como a media hora de Joburg. Creo que el león es el único animal grande que no vimos de cerca en Pilanesburg. Ahora fue el que más vimos. Lo bueno, es que hay muchos y los ves muy, muy cerca del coche. Lo malo, es que no es una reserva, donde los animales son libres de cazar y vivir en su estado natural, sino un parque donde los alimentan y están confinados a un área relativamente pequeña. También tienen otros animales del mismo modo (en relativo estado natural), como jirafas, muchos antílopes diferentes, cebras, avestruces y etcéteras. Los demás que tienen, como suricatas, puercoespines, hienas y leopardos, están en jaulas como de zoológico. Muy triste, la verdad, considerando a los que viven en libertad en las reservas. Ahora, más que antes, los zoológicos me parecerán como prisiones o como un castigo para los animales. La única otra cosa buena de ahí es que pudimos acariciar y convivir por unos minutos con cachorros de león. La otra cosa mala es que es tanta la gente que los acaricia y molesta, que los pobres leoncitos se alteran mucho. La verdad, ¿a quién no le molestaría que, cada 5 minutos, 15 personas diferentes trataran de picarle, jalarle, y hacer las mismas cosas una y otra vez?

En fin, por lo menos pudimos comparar y darnos cuenta de qué diferentes son los animales de acuerdo a su entorno.

El tour siguió con la Cuna de la Humanidad (“Cradle of Humankind”). Suena a película de Tomb Raider, ¿no? Es un conjunto de cuevas donde se han encontrado algunos de los fósiles de homínidos más antiguos, con unos 3 millones de años de antigüedad. Fue un paseo a grutas con fósiles, muy interesante también.

En la noche intentamos, otra vez, ir al restaurante donde sirven springbok. Y, nuevamente, fue prueba no superada, porque había cerrado temprano. Terminamos cenando en un pub local, con dos botellas de vino, junto con Linda y Leonie, (dos niñas de Suiza) y Charles (de Canadá). Después, a un club cercano por unos drinks y de regreso.

Fue un buen día, entretenido.

Tuesday, July 13, 2010

Día 13

¡Domingo de la final!

(Paréntesis precroniquero – o sea, antes de la crónica – me acabo de acordar de un detalle del partido que no sé si se vio en la tele: en Sudáfrica el villano se llama Luis Suárez, de Uruguay. Su mano de último minuto contra Ghana salvó a Uruguay y eliminó al último de los africanos. Y, obviamente, estando en África, todo el mundo apoyaba a Ghana. Entonces, en el Uruguay-Alemania, cada vez que Luis Suárez tocaba el balón TODO el estadio lo abucheaba – a menos de que hubiera peligro de gol, en cuyo caso todos se emocionaban. Fin del paréntesis)

Otra cosa que probé, super típica de acá, es un pan llamado Koeksisters (“cúksisters”). Es como una trenza remojada en un jarabe parecido al de los buñuelos. Bastante dulce y empalagador. Acá la gente lo acompaña con café o té. La verdad, un vaso de leche fría es lo mejor. Está bien, pero me quedo con mis Milk Tarts.

A propósito de té, es un error preguntar “¿Té, de qué?” Resulta que té es té y ya. Prácticamente hay de un solo tipo, del inglés. Los demás (manzanilla, canela, limón, etc.) son “infusiones de hierbas”. Y lo dicen como queriéndote decir que es “té para nenas” o que eso no es realmente té.

Glenis me dio un aventón al aeropuerto, que está a 5 minutos de su casa. Y, ¡de regreso a Joburg!

Mi plan era: llegar al aeropuerto de Joburg y tomar la misma ruta que usé para llegar al aeropuerto la última vez. Jay se regresó antes que yo y rentó coche y se ofreció a pasar por mí. Entonces, todo estaba resuelto. Todo, hasta que descubrí que el Gautrain estaba cerrado. Oh, cielos. Justo cuando estaba ponderando mi predicamento, ya que no había cómo irse del aeropuerto, un sujeto con chamarra de voluntario de la FIFA se despidió de alguien, volteó a verme y me preguntó: “¿Vas para Sandton?” Sí, así, de la nada. Tal vez vio mi cara de pensatividad. Por supuesto, le pregunté que de a cómo y que por qué. “No, nada, acabo de traer a alguien, de todas formas voy para allá y sé lo que cobran los taxis”. ¡Woohooo! Así que me ahorró como R400 (unos $650). Bueno, de hecho, me costó en total un billete de 50 pesos, porque me preguntó cómo era nuestro dinero y yo traía uno en la bolsa, así que se lo doné.

Jay pasó por mí y gratuita y felizmente llegué al hostal, al mismo en el que me había quedado antes. En lo que lo esperaba, encontré un restaurante bufet donde tienen platillos de animales de caza. Pero resulta que el cubierto sale en R450 (x 1.7 = $765). No, así no sale para la tanda. Mejor busco en otro lado, gracias.

¡Ah! ¿Y la final? Buenísima, claro. En cuanto terminó, por todos lados salió gente con los colores de España y por todos lados también se oían las vuvuzelas, a pesar de que en el estadio había más fans de los holandeses (y es que hay mucho holandés en Sudáfrica). No doy más detalles del estadio, porque no entré. ¡¿Qué, quéééé?! Así como nada le gana a gratis, una buena oferta es una buena oferta. Y lo vendí.  Entonces, el boleto sirvió para solventar gran parte del viaje. Entre ayer y hoy llegaron un mundo de españolitos y holandesitos, todos buscando boleto. Además, ya he estado en dos finales. Tal vez en Brasil sí entre a la final. O tal vez sea hora de, finalmente, seguir a México. No se sabe. Tengo todavía unos 3 añitos para pensarlo.

Sunday, July 11, 2010

Día 12

¿Alguien seguirá leyendo esto? Como sea, esta crónica seguirá, por lo menos, hasta que me vaya de Sudáfrica.

Nos dijeron que para ver delfines había que ir a la playa entre 8 y 8.15am. Entonces, a levantarse temprano (finalmente; creo que no me levantaba temprano desde el safari a Pilanesburg). Glenis (la dueña de la casa) nos llevó a Jay (Jay es un inglés-hindú que acaba de llegar a quedarse también en la casa) y a mí tempranito. Llegamos justo a las 8 y, efectivamente, en ese momento estaban pasando los delfines, de izquierda a derecha. Eran como 10. Nunca había visto delfines naturales en vivo (¡Ja! "Delfines naturales"). Tuvimos un desayuno bastante agradable en un restaurancito junto al mar.



Cruzando la avenida está el Boardwalk, que es una especie de placita/mall, donde pasé a sacar dinero del cajero. Acabo de meter mi tarjeta, cuando se acerca un tipo medio gritando, todo apresurado, diciéndome que no hiciera eso, que apretara no-sé-qué primero y que se pone a decirme cómo hacerle y dónde apretarle y, mientras yo estaba distraído poniendo mi nip (según él), que saca mi tarjeta y se la da muy subrepticiamente a un tipo que estaba atrás de él, haciendo como que veía el paisaje. Justamente al mismo tiempo que esto pasaba, otro tipo le preguntaba a Glenis y a Jay alguna otra cosa, para distraerlos. Por supuesto que, inmediatamente, me puse a gritar que me habían quitado la tarjeta y que ellos la tenían, hasta que llamé tanto la atención que el tipo éste hizo como que cancelaba la operación y la sacaba del cajero. Me la regresó y salieron de ahí tratando de hacerse los disimulados. Mucha gente me preguntó qué había pasado, les conté, llamaron a la seguridad del lugar y los siguieron. Creo que los atraparon, pero parece que no había mucho que pudieran hacerles porque, técnicamente, no habían robado nada. Malditos.

Había leído muchas advertencias acerca de la precaución que había que tener caminando en Sudáfrica, pero al final, lo que pasó bien pudo haber pasado en cualquier lugar en México o prácticamente donde sea. Así que tengan cuidado, niños y niñas y nunca pierdan de vista sus tarjetas. Y no vayan al cajero de FNB que está a la entrada del Boardwalk, en Port Elizabeth, Eastern Province, Sudáfrica. ¿Entendido?

¿Vuvuzelas gratis? ¿Quién dijo eso? Suena tentador. Además, como todo el mundo sabe, nada le gana a gratis. Resulta que en el Fan Fest (al que he ido varias veces), en el stand de Coca-Cola, regalan vuvuzelas. Recuerdo muy bien mi frase de “No llevarás vuvuzelas”, pero gratis es gratis (nada le gana a gratis). Entonces, antes de ir al estadio, pasamos al Fan Fest por nuestras vuvuzelas prometidas. Y sí, son gratis, pero primero hay que formarse en una fila detrás de unas 80 personas, para entrar al stand gigante que parece ser una corcholata o un paracaídas o el fantasma rojo de Pac-Man. En fin, tal vez mañana.

Pasamos por una Milk Tart, y ¡al estadio! El calor sólo había durado un día. Ahora hacía mucho frío, con un viento helado. Tomamos el shuttle gratis al estadio y de ahí, caminamos y caminamos y caminamos y caminamos. Era temprano, así que dio tiempo de pasar a curiosear en los stands de la entrada, llevarnos algunas cosas gratis (¡gratis!) y hasta pintarnos la cara con motivos típicos sudafricanos. El partido, bastante bueno. A pesar de que todo el mundo creía que Alemania iba a aplastar a Uruguay, los uruguayos jugaron realmente a ganar y, durante varios momentos del partido, no se sabía quién ganaría. Hasta el tiro libre de último segundo de Forlán, que pegó en el travesaño. Total, terminó Alemania 3-2 Uruguay. Gracias a que llovió, descubrí que mi bandera de México es, primero, una buena bufanda y, después, un excelente rompevientos/impermeable.

Aunque tuvimos que caminar mucho de regreso al autobús que nos llevaba de regreso al Fan Fest, fue sencillo regresar (¡y gratis! ¿Ya mencioné que nada le gana a gratis?). ¡Qué diferencia con los partidos en Joburg! Por cierto, mañana regreso a Johannesburg.

(Mientras escribo, se terminó la repetición del partido en la tele y están pasando un capítulo de la serie de Hércules, con Xena de invitada especial. ¡Qué barbaridad! No hay un sólo actor que merezca ser lllamado así. También los escritores, el director y los productores apestan. ¿Por qué tirarán el dinero así, de esa manera?).

Cambio y fuera.

Saturday, July 10, 2010

Día 11

Hoy hizo calor. Además, es el último día sin partido. Aproveché para tomar mi tour hágalo-usted-mismo-y-recórralo-a-pie por Port Elizabeth. Muchos edificios históricos. Pero hay que hacer una aclaración: aquí, histórico significa que tiene, como máximo, 180 años, que es lo que tiene la ciudad de haberse fundado. Si comparamos que hay edificios en México construidos hace 450 años, no es nada impresionante, la verdad. Es más, en Praga hay algunos de hasta 900 años de antigüedad. ¡Ciento ochenta años! ¡Pfff…!

En fin, día muy caminador. Vi un lugar donde vendían vuvuzelas como eran originalmente, de cuerno hueco de algo, de esos largos y retorcidos. Si alguien necesita una con urgencia, por módicos R2300 ($3900) les puedo llevar una.

Otra cosa que es de lo más típico en Sudáfrica es algo llamado “beadwork”. Básicamente, es joyería hecha a base de hilo y cuentas de plástico pequeñitititas, de muchos colores. Pero no las pulseritas de 5 pesos que hacen las niñas de secundaria. Estos son collares que, los más sencillos, se llevan dos días en terminar. Muchísimo trabajo. Y no sólo lo usan para joyería, sino también para decorar animales de alambre, llaveros, fruteros, etc. Hasta su ropa la llenan de cuentitas de colores. El resultado final se ve, definitivamente, muy autóctono.

Como ya hacía hambre, pasé por mi carne braai-mientras-usted-espera y luego por una milk tart. Son lo de hoy.

En un parque muy grande, junto al Fan Fest, vi a unos viejitos jugando un boliche de lo más raro. Se llama bowling green (creo). Es un cuadro de 35 m de lado, con pasto muy, pero muy corto. En un extremo, los dos jugadores ponen una sola bola blanca, del tamaño de una naranja. Desde el otro extremo, lanzan unas bolas de boliche del tamaño de una toronja, pero que no tienen su peso en el centro, sino que está cargado de manera que se vayan de lado y agarren cierto efecto cuando las lancen. Según lo que vi, cada jugador lanza 4 bolas, alternándose. El que quede más cerca de la blanca, gana. Como sólo se juega en una franja, puede haber como hasta 10 partidas a la vez. Es un juego de viejitos, pero es chistoso ver que lo juegan igual que como lo hacían los ingleses desde que se colonizó África. Algunos hasta se visten de blanco y todo.

Antes de irme, quiero probar el pay de venado. Y a lo mejor, hasta el carpaccio de venado. Lo haré prontamente. Y el vino es baratísimo. El problema es muy similar a cuando vas a comprar tequila en México. Hay taaaantos, que ni idea de cuál elegir. Pero ya me dieron unos tips, así que, ¡a probar!

Día 10

Yo creo que la característica más notoria de Sudáfrica es, definitivamente, su gente. Todos son felices. Y no sólo la gente con dinero. Me refiero a toda la gente. No importa sin son pobres o no, siempre encuentran algo de qué sonreír. Y cantan mucho. Y bailan, también. Los niños juegan con lo que sea que tengan a la mano. Aunque alguien vaya caminando solo, es muy común oír que esté tarareando una canción. Y, prácticamente cada que te cruzas con alguien en la calle, si volteas a mirarlo/a, te va a saludar. Realmente, de hacerse notar.

(Mientras escribo esto, escucho gente en la calle soplando sus vuvuzelas y una como banda de guerra, pero con canciones alegres.)

También, por todos lados, está la bandera de Sudáfrica. Digo, es de esperarse, siendo el mundial y todo eso. Hasta la cajita de unicel donde me dieron una Milk Tart tenía forma de balón.

Como Glenis, la dueña de la casa, está en sus últimos días de vacaciones, quiso aprovecharlos y me preguntó si quería que me llevara en un tour por la costa. ¿Ya mencioné que es muy amable? (¿Y muy redonda?) Tiene como 60 años y es maestra de primaria. Obviamente dije que sí, así que fuimos primero a recorrer algunas de las calles por las que ya había caminado y después salimos de P.E. por la carretera costera. No toda la costa son playas de arena finísima, sino también hay muchos riscos y playas de rocas. Pero hasta esas playas son bonitas. Eso sí, el agua está muy fría.

Después de un par de paradas en diferentes playas, fuimos a un restaurant en un pueblito junto al mar, en medio de la bruma, para tratar de ver delfines (que Glenis ya había visto varias veces). Cuando le preguntó a la mesera si desde ahí se veían, le contestó que sí.
- “¿Y, qué tan frecuentemente los ves?”
- “Mmmh… todos los días. A esta hora, hasta ballenas se ven.”
Por supuesto que no dejamos de ver hacia el mar. Pero no hubo suerte. Con todo y que se levantó la bruma y teníamos una vista inmejorable, ni delfines ni ballenas por ningún lado. Buuu…

Todo el camino de regreso fue por carreteras secundarias. Había muchísimas granjas, muy parecidas a las que hay en el campo en Estados Unidos. Me llevó también a ver el barrio pobre de P.E. que, aunque parecido al que vi en Soweto, en Joburg, tenía mejores condiciones de vida que aquél. La verdad, tampoco nos adentramos mucho. Ya era de noche y nadie quiere estar ahí a esas horas.

Cuando regresamos a su casa ya hacía hambre. Justo cuando estaba preparándome para ir por algo de comer, llegó una de sus amigas maestras y me preguntaron si quería ir a cenar con ellas. De lo más amables. Así que fue una velada super tranquila con dos señoras muy platicadoras. Aprendí mucho de la historia de Sudáfrica. Como cuando, durante el apartheid, la gente realmente no sabía qué tan grave era la discriminación, porque el gobierno sólo dejaba que supieran lo necesario y cómo las cosas cambiaron cuando todo el país, negros y blancos, se unió gracias a Nelson Mandela. Y blablablá.

Fue un día tranquilo y muy fotográfico.

Friday, July 9, 2010

Día 9

Hoy caminé mucho. Llegué al estadio del Fan Fest y, de ahí, caminé hacia el mar. Caminar en las calles no es cualquier cosa. Al principio, cuando llegué, sabía que los coches iban a aparecer por donde menos lo esperaba. Recuerden que manejan del otro lado de la calle. Entonces, antes de cruzar la calle, volteaba para los dos lados y después, volvía a voltear. Aún así, de repente aparecía un coche casi a punto de atropellarme. Poco a poco, como que medio me fui acostumbrando. Ahora, es un estado de confusión total. Por lo menos, al principio, sabía de qué lado NO venían los coches (es decir, del de siempre). Digo, es algo que ya damos por hecho. Nos acercamos al borde de la banqueta para cruzar y casi ni tenemos que voltear, sino nomás para cerciorarnos y ya. Últimamente, como que mi cerebro ya se hizo a la idea de que vienen del otro lado. Pero todavía no muy bien, así que ahora ya no sé muy bien de qué lado se supone que vienen y de cuál vienen en realidad, a menos que ponga mucha atención. Entonces, cruzar la calle se volvió, de algo automático, en algo que realmente requiere tu atención. Pero de repente se me olvida. Y yo que no quise sacar seguro médico antes de viajar. En fin.

Como no tenía mapa ni nada, caminé hasta que encontré una explanada muy grande, sobre una colina desde donde se ve muy bien el puerto. En la colina hay una pequeña pirámide, una bandera sudafricana enorme y un faro muy bien cuidado. También hay un centro de información para visitantes, donde me dieron muchos mapas y folletos y me vendieron uno con instrucciones para tomar mi propio tour caminando por los edificios más históricos de Port Elizabeth (o “P.E.”, como le dicen – pi i, en inglés). Se ve largo el tour, así que será para mañana.

Subí al faro y fue algo muy similar a subir al Ángel de la Independencia, sólo que, en lugar de ser una escalera en espiral angosta y eteeeeerna, son muchas como escaleras de mano muy bien empotradas y en perfecto estado. (“¡¿Que quuéééééé?! ¿Cómo que se puede subir al Ángel?” – Pues sí, gente, no es leyenda urbana. Vayan un domingo en la mañana con una identificación oficial y los dejarán subir. Se ve de pelos. Sólo tienen que levantarse relativamente temprano). Desde arriba del faro la vista abarcaba gran parte de la ciudad, que es más grande de lo que pensaba. De un lado, se veía a lo lejos la playa. De frente, el puerto. Del otro lado, más edificios, un pequeño lago, y el estadio. Muy buena vista, mucho viento, algo de frío.

Bajé del faro, fui al puerto y a la estación de trenes y me di cuenta de que no fue la mejor idea. De hecho, si alguna vez vienen acá, no se les ocurra andar solos por ahí. No es una buena zona, definitivamente.

De regreso, pasé por un lugar que ya había visto en otro lado y me había dado curiosidad: Se llamaba Budget Meat Butchers (o algo así), que significa Carnicería Económica. El asunto ahí es que compras la carne que quieres y ahí mismo te la asan. De hecho, el concepto de asar a la parrilla se llama braai. Así, con énfasis en la R. Brrraai. Y el eslogan es “We braai Ur meat 4 U while U wait” (Hacemos braai su carne mientras espera). Creo que me gasté como 35 pesos en dos chuletas y un trozo de wors. Así, sí queda para la tanda. Regresaré ahí también.

Finalmente, pasé a un super a ver qué compraba de postre y, en la zona de los pasteles, se me antojó algo llamado Milk Tart. Es una especie de pay de crema pastelera, pero de leche, cubierto de canela. También me volví fans. Y me costó como 9 pesos. ¿Ven? Más fans. Así debería ser todo.

¡Ah! Y el partido…

¡Qué diferencia! Ahora sí parecía Mundial. En el Fan Fest había como 8mil personas. Impresionante, comparado con el partido anterior. Y el ambiente estaba de pelos. Todo el mundo con banderas, sombreros, maquillaje, disfraces, etc. Hasta parecía que iban al estadio. Casi todos, con Alemania. Pero habíamos algunos que le íbamos a España. Muy divertido, en general. Y hacía menos frío. Entonces, fue una buena experiencia. Además, España ganó. Así que ya sé qué partido voy a ver el sábado: Uruguay-Alemania. Con tanta gente apoyando a Alemania, seguro va a estar más que bien.

Wednesday, July 7, 2010

Día 8

Me desperté tarde (esto de estar de vacaciones tiende a provocar eso) y casi no me da tiempo de llevar a lavar mi ropa. Un buen tip para cuando viajen más de una semana: lleven ropa nomás para una semana y busquen una lavandería para cuando se la terminen (siempre hay alguna cerca, además de que tienen toda una semana para localizarla). Así podrán llevar una maleta pequeña/mediana y ya. Cargar menos siempre es lo de hoy. Y nunca lleven más de 2 suéteres o chamarras, aunque sepan que va a hacer frío. No vale la pena llevar una maleta sólo para eso y poder usar una chamarra diferente todos los días. Niñas, una revelación: Si están de vacaciones, A NADIE le importa si repiten ropa. Mucho menos chamarras. O pantalones.

A los taxistas se les puede regatear y la mayoría de las veces consigues una mejor tarifa. Por ejemplo, para ir al aeropuerto, te bajan la tarifa de unos R450 a “únicamente” R300 (como 500 pesos). Pero descubrí una mejor manera de llegar al aeropuerto, por R200 (taxi incluido): en tren. Se llama Gautrain (y se pronuncia “Jáutrein”). Es un tren de alta velocidad entre varias ciudades que debió de estar listo para el mundial, pero que sólo te lleva de Joburg al aeropuerto.

Tomé el Gautrain y llegué justo a tiempo para mi vuelo, en una aerolínea local, llamada 1Time. El vuelo duró casi 2 horas y cuando llegamos nos anunciaron que la temperatura era de unos 15 grados, con mucho viento. Y no exageraban. El viento era tan fuerte que hasta el pasto se agitaba. Gracias al viento, la temperatura de 15 grados se sentía como entre 5 y 0. Por R10 (sí, diez rand. Casi no le creí al taxista cuando me dijo cuánto me iba a cobrar “¿No habrá dicho cien?”) llegué a donde me iba a quedar: una casa grande, un poco vieja, donde vive una señora muy amable y muy redonda que decidió ayudar a sus amigos del hotel y rentar los cuartos de su casa durante el mundial. Es de esas señoras tan amables que hasta te da pena. Me dio una hoja donde escribió todas sus recomendaciones de cómo llegar a los restaurantes y bares de los alrededores y, después de instalarme en un cuarto enorme para mí solo, me fui al Fan Fest a ver Holanda-Uruguay.

El Fan Fest de Port Elizabeth está en la cancha de un estadio de no-sé-qué. Podría ser cricket, que es algo como beisbol muy popular aquí, en India, Inglaterra, Australia y Nva. Zelanda. Había muy poca gente, como unas 150, pero pensé en esperar y ver cómo se ponía el ambiente. Cuando llegué (¡caminando! ¡Qué maravilla!) estaban dando unos conciertitos antes del partido. Primero hubo un grupo de jazz y luego una estrella local, de Joburg – tenía sus fans, pero nada que envidiarle a lo que se oye en 97.7. Como no me iba a quedar a oír eso, fue cuando aproveché para ir por algo de beber.

VI que alguien estaba tomando cerveza en un vaso conmemorativo (siempre hay que aprovechar os vasos conmemorativos. Luego te arrepientes de no haber pedido uno). Así que fui por el mío. Había 3 tipos: una lata roja, una verde y una blanca. Y que, por probar cosas nuevas, pido una verde: que resultó ser una Fruit Ale. Era algo entre sidra, cooler y cerveza. No, qué horror. Mejor pedí una normalita después. Y un boerewors (que se pronuncia “bóervórs”), que es algo como un hot dog, pero la salchicha es como entre salchicha, chorizo y carne.

El partido empezó y había ya como unas 2mil personas. Hacía tanto frío que, para el medio tiempo (con todo y mi chamarra y bufanda) estaba todo entumido, así que emprendí la retirada y fui al bar de la esquina de la casa, donde terminé de ver el partido (Hol 3-1- Uru). Me gustó el partido. A ver qué tal el de mañana, que promete ser un partidazo: España-Alemania.

Día 7

¡Lunes de tour al Mundo de la Cerveza! Me lo habían recomendado mucho, así que se convirtió en parada obligatoria. Mi única queja fue que, hasta que llegué ahí, me di cuenta de que estaba en Newtown, a dos cuadras del Fan Fest donde está la policía amable. De haber sabido, hubiéramos aprovechado el sábado para ir al tour (aunque creo que de todas maneras hubiera ido hoy). Es el SAB World of Beer. SAB (acuérdense que en inglés las siglas no se leen así (sab) sino que se deletrean (es-ei-bi)) es la South African Brewing Company y, además de sus marcas locales, como Castle, Hansa y Black Label (bastante aceptables, por cierto), manejan una de mis favoritas: Pilsner Urquell, de la Rep. Checa. Así que me volví fans.

Ese tour es lo de hoy: por R30 (como $50 pesos) te dan, a la mitad del tour, un vaso pequeño de una de sus cervezas, para que la “degustes” – y te quedas con el vaso. Además, al final, el tour incluye otros dos vasos grandes de la cerveza de tu elección. Durante el tour te explican los métodos de elaboración de cerveza y hasta pruebas una “cerveza” típica, tal y como la preparan las tribus sudafricanas. ¿Cómo estaba esa “cerveza”? ¿Y por qué la puse entre comillas? Porque, más que cerveza, era un “algo” blanco y espeso obtenido de granos fermentados. Y exactamente a eso sabía. Del terror. Parecía de proyecto de prepa. Pero supongo que, si así lo toman las tribus, había que probarlo. O tal vez sea un gusto adquirido, como la bebida de leche de yegua fermentada que toman las tribus en Mongolia. O el beisbol. O la música banda.

Una de las cosas que aprendí en el tour es cómo saber qué tan fresca es una cerveza. Para eso, hay que localizar los números impresos en el cuello de la botella o en la parte de debajo de la lata. Los primeros tres números indican el día del año en que fue embotellada/enlatada, y el segundo es el año. Por ejemplo, 027 9 A 10 14 38 significa que la cerveza fue embotellada en el 27º día de 2009 (los otros números indican en dónde y la hora).

Ya que estoy hablando de esto, algo que no he comentado es una bebida casi tan popular como la cerveza: la sidra. Sí, yo pensé lo mismo: “¡Guácala! Eso es bebida de papás, en Navidad”. Pero la sidra acá no tiene nada que ver con ésa. Es fresca y dulce (mientras no sea “dry”, que casi no es dulce) y no tiene más burbujas que un refresco. La venden igual que la cerveza, en botellas individuales y en presentación más grande, como para dos vasos. También soy fans.

De ahí, a hacer algo de window-shopping. Es decir, ir de compras sin comprar. No quiero gastarme lo que me queda antes de irme, así que mejor me espero hasta los últimos días que esté aquí, por si las dudas. Increíble que, en un solo mall, haya más de 20 tiendas de diamantes. Y en todas hay gente (y no, no pienso comprarme ninguno).

Monday, July 5, 2010

Día 6

Domingo.

¿Cuáles son las semejanzas entre Sudáfrica y México?
Comparten varios problemas que parecen universales. Y no me refiero sólo a la pobreza extrema o al enorme contraste que existe entre ricos y pobres, sino a cosas más superfluas pero, no por ello, menos molestas. ¿Por ejemplo? Los incontables ambulantes que venden productos piratas. O las combis del transporte público, que nada les envidian a las que amenazan nuestra vida todos los días en las calles de la Ciudad de México. O la falta de educación vial de la mayoría de los conductores, que prefieren atropellarte antes que cederle el paso a los peatones. Esto último se vuelve más notorio si recuerdas que se maneja por el lado izquierdo de la calle (como en Inglaterra). Por supuesto que, después de toda una vida de haber afinado nuestros instintos de supervivencia y aprender cómo esquivar los coches en México, corremos un grave peligro acá, porque los coches siempre vienen en la dirección que menos esperamos.

Otro problema del que no te libras acá si tienes coche son los viene-viene. Y, al igual que en México, no sólo están en los estacionamientos de los supermercados, sino en toda vía donde parezca que pueden sacar algún provecho ejerciendo su derecho de dueños de la calle. No traen trapito, pero sí el característico chaleco de colores brillantes, para que veas que son los “oficiales”. (¿Han visto que los que están en Chapultepec hasta tienen gafete?)

(Hoy desayuné un pay de hamburguesa con queso que, como era de esperarse por el nombre, estaba bastante malo. También pedí el de siempre, de carne con riñones, que salvó el desayuno)

Finalmente descubrí un café con una hora de acceso Wi-Fi gratis. ¡Woohooo! A buena hora, porque me voy el martes. Pero regresaré aquí mismo, así que es buen hallazgo.

Ya que es domingo y no quería gastar, fui a caminar a un jardín botánico que está aquí cerca. Bueno, parecía que estaba aquí cerca, pero debe de estar a unos 4-5km. Y no es un jardín botánico, sino más bien un parque enorme con un pequeño lago, a donde todo el mundo lleva a pasear sus perros. Pero no está tan mal. Los árboles son muy diferentes a los de México, así que aproveché para juntar muchas semillas. Si no me las confiscan en la aduana, voy a tratar de sembrar bonsais. Alguno se dará. Espero.

De regreso, pasé a un supermercado a comprar ingredientes para hacer de comer, y que se me ocurre ponerme a ver las especias. Me gusta cocinar y me sale bastante bien. Siempre estoy buscando nuevas formas de combinar sabores y aromas. Obviamente, terminé comprando como diez tipos diferentes de especias y condimentos (gastándome, de paso, lo que tenía destinado para una playera de los Bafana Bafana). Pero serán bien aprovechadas.

Sólo queda un día más sin partidos y, después, vienen las semifinales. Qué rápido se está acabando el mundial. Eso de que sea sólo un mes cada 4 años es muy poco, definitivamente.

Sunday, July 4, 2010

Día 5

España vs. Paraguay.
Me desperté muy tarde, así que no tuve tiempo de hacer mucho. Ayer desayuné fish and chips – algo también muy típico de acá – pero hoy quise seguir probando los pays: otro de carne con riñones (nada de gatitos esta vez) y uno de carne a la pimienta. Di una vuelta por un centro comercial pequeño que hay por acá, con un supermercado. Siempre que estoy en otro país me gusta ver qué cosas se venden ahí: qué productos también hay en México y cuáles son completamente diferentes. Siendo Sudáfrica, hay cosas todavía más diferentes, aunque no tantas como podría parecer. Hoy no tengo mucho tiempo de escoger, pero mañana voy a llevarme algunas de las que se ven más interesantes.

Regresé al hostal para salir a ver Argentina vs. Alemania. Hoy en la mañana se fueron Nish y Alan, así que sólo quedamos las niñas de Estados Unidos y yo. El casino de ayer no fue un gran hit con nosotros, así que decidimos ir mejor al Fan Fest de Newtown que, además, quedaba de camino al estadio Ellis Park. No había combis para allá, así que, para no pagar los 200 rand que cobraría un taxi (unos 320 pesos), pagamos R100 para que una combi nos llevara directamente. Resulta que casi no había gente en la explanada del Fan Fest, por lo que entramos a un restaurante que nos recomendaron para ver ahí el partido – además de que empezaba a hacer frío.

Siempre he dicho que me gusta probar lo más típico de cada lugar, así que en este caso pedí Mogudu, que resultó ser pancita de res (que es negra del lado rasposito) en una salsa verde espesa. Eso sí, acompañada de un plato con una porción de cada una de calabaza (de la naranja), frijoles con no-sé-qué y espinacas. Si no contamos la textura de la pancita (que nunca me ha gustado), todo estuvo bastante bueno.

Cuando terminó (Arg 0-4 Ale) – y después de pintarnos con los colores de España – descubrimos que no había transporte público hacia el estadio. A estas alturas, eso no era nada sorprendente. Conseguimos el número de unos taxis, una policía muy amable nos ayudó y nos fuimos para allá. Yo todavía tenía que conseguir mi boleto.

Me habían dicho que Newtown quedaba lo suficientemente cerca de Ellis Park para llegar caminando, lo cual era cierto. El problema es que había que atravesar el centro de Johannesburgo. Cuando los blancos se mudaron hacia las afueras de la ciudad, los negros ocuparon el espacio que había quedado libre. Como resultado, ahora el centro es uno de los lugares más inseguros de la ciudad, un barrio muy parecido a la Lagunilla. No es un lugar por donde quieras caminar de noche, mucho menos destacando como turista. Eso sí, los R150 que nos cobró el taxi por llevarnos 10 cuadras me parecieron demasiado, aún para los estándares caros del mundial (y eso que regateamos para que nos bajaran el precio de los R200 que nos querían cobrar originalmente).

Definitivo: el dinero destinado a cualquier souvenir que pudiera haber llevado de regreso se ha ido completamente en taxis. Además, TODO EL MUNDO me dijo “Anda, tráeme algo de allá; aunque sea algo chiquito, que no cueste mucho (vuvuzelas, pins, imanes para el refri, bufandas, etc.). Es más, te doy dinero”. Bueno, las noticias son que, durante el mundial, cualquier recuerdo cuesta, por lo menos, R50-60 (unos $80-100). Multiplicado por 20 encargos (por lo menos), nomás no es negocio. Y, por supuesto, nadie me dio ni un peso. Entonces, con la pena. Son taxis o souvenirs. No es que no quiera regalarles algo a todos mis amigos. Es más, a mí me gustaría que me llevaran algo cuando alguien regresa de un viaje, porque eso significa que se acordaron de mí. Pero no es que no me acuerde. Al contrario, pero no pienso caminar 10-15km para ir a donde sea.

Terminado este paréntesis quejoso, les cuento que llegamos a Ellis Park. A diferencia de Soccer City, es un estadio viejo, en medio de la ciudad. Eso sí, está en muy buen estado La verdad, fue bastante sencillo conseguir mi boleto y no salió tan caro como pensaba. Otra cosa que vale la pena remarcar es la poca seguridad para entrar al estadio. Llevaba mi back pack, con una chamarra (hace mucho frío durante el partido) y la cámara, pero fácilmente pude haber metido comida, botellas, armas, explosivos, un puercoespín, o realmente cualquier cosa.

El partido ya lo vieron (España 1-0 Paraguay), así que para qué se los cuento. Mi asiento estaba abajo, a unos 15 m de la portería donde entró el gol de Villa, por lo que veía perfectamente. Como ayer, todo el estadio apoyaba prácticamente a un solo equipo. En esta ocasión, por supuesto, era a España. Y hay que ver cómo celebraron los españoles (y todos los que no eran españoles, pero les gustaba brincar, cantar y gritar con ellos) a la salida del estadio.

Después de eso, uno de los grandes misterios del mundial, semejante al de la santísima trinidad o al de cuántas chupadas se necesitan para llegar el centro de una Tutsi Pop: ¿Cómo pueden 50mil personas salir al mismo tiempo del estadio y, después de dos cuadras de estar caminando, desaparecer? Sobre todo, si no hay camiones o taxis alrededor. ¿A dónde van? ¿Y cómo lo hacen? Nos costó mucho trabajo (y R200, no regateables) conseguir taxi y regresar al hostal.

Bueno, en fin. Mañana no hay partido, así que será un domingo tranquilo. Tal vez pueda encontrar algún lugar donde pueda usar mi lap para conectarme. O tal vez no. Nunca se sabe.

Día 4

Uruguay vs. Ghana.

Pero antes, tenía que encontrar dónde conectarme a internet. Con mi propia lap, sigo sin poder, así que tuvo que ser en un café internet cualquiera. Después, a ver el partido de Brasil vs. Holanda.

Fuimos a Gold Reef City, que es un casino que nos recomendó Alan, el brasileño. Así que fuimos Alan, Nish, dos chavas de EU y yo. Tristemente para nuestro acompañante brasileño, el partido terminó Bra 1-2 Hol. En fin, ya que Ghana era el último equipo africano que quedaba en el mundial, obviamente TODO Sudáfrica estaba con ellos. Así que, nos pintamos con los colores de Ghana y nos lanzamos al estadio. Tomamos un taxi entre los 5 y llegamos a Soccer City.

El estadio es simplemente impresionante. Parece una mezcla entre una vasija de barro y una nave espacial. Dentro, está perfectamente planeado para manejar sus más de 90mil personas de capacidad.

El partido, con un ambiente increíble. Cuando todas las vuvuzelas suenan al mismo tiempo, coordinadas, hace que se te haga chinita la piel. Eso de que todo el mundo se queja por el escándalo es de nenas. Digo, estás en un estadio. ¿Qué esperan? ¿Aplausos moderados como en los partidos de tenis? Mariquitas.

Se veían los colores de Ghana por todos lados y, cada vez que Uruguay hacía una jugada, todo el estadio los abucheaba. Letreros de BaGhana-BaGhana, caras pintadas, banderas, etc., etc.

Ahora, imaginen aquí muchas fotos – ya las subiré en cuanto las revele. Algún día me modernizaré y mi cámara evolucionará a digital. Mientras, recuerden las imágenes en TV e imagínenselas desde un ángulo cerca de la portería derecha – la del penalti fallado por Ghana en el último segundo.

Terminando el partido, caminamos como una hora hasta que pudimos conseguir un taxi de regreso. Esos anuncios de que crearon una infraestructura especial para los partidos es puro cuento.

La historia de hoy fue: de regreso en el hostal, el hambre era mucha, así que fuimos a buscar algo de comer (a las 2 de la mañana). En la gasolinería de la esquina hay una tienda 24 hrs y venden algo muy inglés, pero también muy típico de aquí: pays de carne (o pies, como quieran escribirlo). Le pregunté a la encargada cuál me recomendaba y me dijo:
- Steak and kidney (lo pronunció “steic and ki’dn”) – que significa “carne y riñones”.
¿Recuerdan que el acento de aquí en inentendible? Yo entendí “Steic and ki’tn”, que significa “carne y gatitos”. Por supuesto, le pregunté:
- Steak and little cats?
Y como que no supo qué le decía. Así que nomás le dije “Ok, dame uno de esos. Y uno de espinacas con feta”.
Hasta que me los dio y repitió de qué eran le entendí. Y, por supuesto, me dio mucha risa. A propósito, estaban bastante buenos.

Mañana, a conseguir boletos para España-Paraguay. Yo creo que va a ser bastante sencillo. Hay mucha gente buscando y/o ofreciendo boletos. Digo, hay revendedores, pero también hay mucha gente que simplemente tiene boletos extra y quiere deshacerse de ellos.

Día 3

Día de contrastes. Este tour también lo tomé con Alan y Nish. De hecho, ellos fueron quienes lo reservaron. Yo nomás me les pegué. En Joburg hay muchas casas grandes que tienen ampliaciones de lámina. Se ve bastante extraño. Resulta que es porque las casas las construyó el gobierno durante la época del apartheid, pero sólo unos cuantos tenían acceso a vivienda. Cuando terminó, el gobierno les dio permiso de construir y ampliar sus casas y ellos las hicieron con lámina, cartón, madera o cualquier cosa que pudieran utilizar. Ahora, dentro de cada propiedad, además de sus ampliaciones de lámina, hay muchas chozas del mismo tipo, muy coloridas (pintadas de rosa, azul o verde). Como resultado, en cada casa viven alrededor de 30-35 personas, que comparten una misma toma de agua y electricidad.

En una de esas casas empezamos el recorrido. Además de nosotros 3, había dos finlandeses y una pareja de gringos. Nos presentaron a nuestra guía por Soweto, que vivía en una de esas chozas. Nos pasó a su casa (una choza rosa de unos 3 x 4m, como todas) y nos presentó a algunos de los que vivían ahí. Algo muy bueno que tiene Sudáfrica es que todos, ya sean pobres o no, son muy amigables y sonrientes y les encanta – sobre todo a los niños – que les tomen fotos y platicar. El problema muchas veces es entenderles, ya que normalmente cuesta trabajo descifrar lo que dicen. Para la mayoría, el inglés es su segunda lengua; la lengua materna de casi todos los negros es zulu, y la de los blancos, afrikaans.

Al principio del tour vimos que, aunque son muy pobres, no están tan mal las condiciones en las que viven. Calles amplias, pavimentadas, con todos los servicios, casi como cualquier suburbio americano – aunque muy amontonados, claro. Esa manera de pensar cambió en nuestra siguiente parada. Tomamos una combi (igualita a las de acá; de hecho, los choferes manejan igual de mal y hasta son famosos por sus instintos suicidas) a un mercado público instalado en una plaza donde se declararon los derechos de los sudafricanos. De ahí, caminamos hasta entrar a un centro comunitario. Se veía bastante pobre, pero eso no fue nada comparado con la comunidad que estaba al lado. Eran puras chozas, con “calles” de tierra, sin servicios, con una sola toma de agua y un baño portátil para cada 50 familias. Se calentaban con carbón hecho a base de cenizas, tierra y agua, secado al sol. Aún así, la gente nos recibía en sus casas con una sonrisa y nos explicaban su situación. Todo era muy parecido a los cinturones de pobreza de México o de cualquier otro país en extrema pobreza. Nos contaron cómo los ayuda el centro comunitario pero, por más que intenten ayudarse entre ellos, simplemente no pueden sin algún tipo de apoyo económico del gobierno – el cual es completamente inexistente. Triste, pero al menos parte de lo que pagamos por el tour es para el centro comunitario.

Después, fuimos a la casa/museo de Nelson Mandela, a la calle donde sucedieron los disturbios de 1974 a favor de los derechos de los estudiantes y al museo en honor a uno de los 600 estudiantes muertos durante ese movimiento. De ahí, fui al Nelson Mandela Square, en Sandton, un centro comercial de primer mundo. Ahí comí, mientras buscaba algún lugar con Wi-Fi. Es increíble que ni en un mall con tiendas donde venden diamantes pueda conectarme con mi propia laptop. Es más increíble aún que nadie tenga la menor idea de cómo lograrlo.

¡Ah! Y mi mesero se llamaba Never. ¡En serio! Y parecía digno representante de su nombre. Nunca tenía idea de nada. No importa lo que le preguntara, siempre iba a pedir ayuda.

En fin, el día terminó con unos drinks en un bar bastante cerca del hostal. Se me ocurrió preguntar por el tequila, y tenían uno llamado “Amigo” o algo así. Nadie tomaría eso, ¿verdad? También tenían tequila Patrón, pero resultó que era color café oscuro, y espeso – era más bien una mezcla de licor de café con tequila.

Mañana, finalmente, ¡a Soccer City a ver Uruguay vs. Ghana! Qué lástima que México jugó tan mal contra Uruguay y no calificó como primer lugar de grupo. De otra manera, probablemente me hubiera tocado verlo mañana.

Friday, July 2, 2010

Desde Sudafrica. Dia 2

El día empezó muy temprano. Nuestro guía, Chris, pasó por nosotros a las 5.30am. Éramos 3: Alan, de Brasil, Nish, de Mauricio y yo. Después de un desayuno rápido en la tienda de la gasolinería de la esquina, emprendimos el viaje. Fueron como 2 hrs y media de camino, en total, pero tomamos tantas calles y carreteras diferentes, que difícilmente hubiéramos podido dar con el lugar por nuestra cuenta, aún con mapa e indicaciones.
Nuestro destino era Pilanesburg, una reserva natural de más de 55mil hectáreas. ¿Huh? O sea, ¿cómo? Eso suena a mucho, ¿no? Y fue precisamente lo que me respondió Chris, aclarando después que era, aproximadamente, un parque de unos 30 km de diámetro. No es el más grande ni el más famoso de Sudáfrica, pero tiene todo lo que los demás, con menos gente.
Yo creía que íbamos a estar ahí unas 2 o 3 hrs, máximo, pero realmente nos dedicamos a ver y a buscar a los animales. A diferencia de un zoológico, o de Africam Safari, aquí los animales no están limitados a un área en específico, ni los alimenta el personal del parque. Pilanesburg es una reserva autosuficiente, donde los animales de caza (como leones, hienas o cocodrilos) consiguen sus propias presas. Por lo mismo, está prohibido bajarse del coche mas que en zonas de seguridad específicas. Empezamos viendo jirafas, impalas y rinocerontes. Después, junto a una pequeña laguna, había un elefante muerto y dos leones muy cerca, que cuidaban lo que sería su reserva de carne (el elefante) por las próximas dos semanas. Olía bastante fuerte a animal muerto, lo cual atrajo también a algún chacal que alcanzamos a ver. Seguimos tomando fotos de cebras, hipopótamos, elefantes y facoqueros (warthogs) – que cualquier niño reconocería como “Pumbas” – y varios tipos de ganado bovino (algo como vacas) y springboks (como venados).
Nuestro guía sabía muchísimo, como qué árboles son venenosos, cómo encontrar guaridas de alacranes y arañas, por qué el rinoceronte blanco no es blanco y el rinoceronte negro no es negro, cuánto puede llegar a comer un león, nos enseñó a diferenciar el olor del excremento de elefante (y que sirve para encender fogatas y ahuyentar insectos) del de hipopótamo (que no huele a nada), cómo marcan las hienas su territorio, y un largo etcétera.
La anécdota del día fue que, ya camino a la salida (y diez minutos antes de que cerraran la reserva), al salir de una curva nos topamos de frente con una familia de 3 rinocerontes: mamá, una hija “pequeña” y otra no tan pequeña. Casi chocamos con la mamá – que se alteró un poco – ya que en ese momento decidieron tomar el camino frente a nosotros. Así que fuimos lentamente detrás de ellos, esperando que despejaran el camino, mientras las “niñas” jugaban con sus cuernos y se molestaban mutuamente. Por supuesto que, cuando se quitaron del camino y avanzamos rápidamente hasta la puerta, ya la habían cerrado, así que tuvimos que ir hacia la más cercana (a 12 km por un camino de terracería). Pero no hubo mayor problema, salvo que tuvieron que ir a abrirnos la reja, y salimos ya completamente de noche.
No recuerdo la última vez que vi tantas estrellas ni creo haber visto alguna vez la Cruz del Sur o identificado tan claramente a la constelación de Escorpio. Fascinante contemplar un cielo tan diferente del podemos ver (a veces, claro) en el hemisferio norte.
Ya de regreso en Joburg, se nos antojó probar algo de lo que habíamos visto, así que fuimos a un restaurante que nos recomendaron donde podríamos probar la carne de springbok (el venadito de acá arriba). Pero, cuando lo ordenamos, dio la casualidad que se les había terminado. Definitivamente, tiene que ser muy buen venado. Regresaré.
Mañana toca un tour por Soweto, uno de los barrios más históricos y representativos de Joburg.
Me URGE conseguir acceso a internet. En el hostal nos dijeron que tenían, pero nomás no jala su red. Mañana tendré que ir a un café internet que está cerca de una tienda de Magic, aquí a la vuelta.

Desde Sudafrica. Dia 1

Después del tristísimo partido Mex-Arg (1-3) y de la deshonrosa derrota por default que sufrimos en nuestro propio partido más tarde, llegué al aeropuerto con mis 3 hrs respectivas de anticipación para tomar el vuelo a Sudáfrica. En el aeropuerto, parecía que era día de visita de alguna escuela primaria a Six Flags. Había cientos y cientos de niños haciendo fila para tomar algún vuelo. Desafortunadamente, dicho vuelo resultó ser el mío a París. Y, para rematar las cosas, todos los niños traían el uniforme del América. Aparentemente, iban a algún torneo en Europa. ¡Vaya representación de México en el extranjero! ¡Qué horror! Pero, en fin, qué se le iba a hacer.
Al registrarme, el primero de mis planes fue frustrado. Quise verme previsor y ahorrar de paso lo más posible, así que tenía pensado comprar un par de botellas de tequila en alguna Duty Free (para aprovechar los precios sin impuestos, claro) para llevarme al viaje y ayudar a difundir la reputación (y el tequila) de todo buen mexicano de viaje, pero me informaron que, si mi vuelo hacía escala en Europa, no podía comprar en el aeropuerto ningún líquido que viniera en una botella mayor a 100 ml. Y, obviamente, comprar 80 botellitas de 50 ml quedaba fuera de la cuestión. Pero, eso sí, en París podía aprovechar y comprar todas las botellas de tequila que quisiera. Sí, claro. Como si ahí pudiera encontrar algo que no fuera tequila Sauza “Gold”. Está bien, no llegaré a emborrachar con tequila a ningún sudafricano. Tendrán que arreglárselas ellos solos.
El vuelo pasó sin pena ni gloria. Y, aproximadamente 10 horas después (Crazy Heart y Alicia en el País de las Maravillas incluidos), aterrizamos en París. Todavía tenía la esperanza de poder aprovechar mis 6 horas de espera para mi siguiente vuelo y alcanzar a recorrer por lo menos los alrededores del aeropuerto, pero resultó que no podía salir de ahí por estar en tránsito.
Hora de un paréntesis: Antes me gustaban los aeropuertos. Podía ver a gente de muchísimos lados diferentes, ver a quienes los esperaban e imaginarme sus historias. De dónde venían, qué hacían ahí, a dónde iban, quiénes los esperaban, etc. Pero, con cada vez que he tenido que esperar horas y horas y horas y horas mi fascinación ha ido disminuyendo proporcionalmente hasta que ahora los veo simplemente como un lugar grande, frío, muy caro para comprar lo que sea que necesite, e increíblemente aburrido. Fin del paréntesis.
Localicé una televisión, medio escondida en un rincón del área de comida y casi sin gente, y llegué a tiempo para ver la segunda mitad del Holanda-Eslovaquia (2-1) y seguir vagando por el aeropuerto. No había mucho de interés. Hartos productos franceses (tengo que recordar comprar algo de vino y queso de regreso) y, por lo demás, de todo lo que hay en los aeropuertos. ¡Ah, sí! Puedo decir que probé en Francia Chocolate con oro. Exactamente, de ése que brilla y cuesta mucho, de ése. La verdad, no sabía a nada (que desperdicio de oro, para irse por el excusado), pero el chocolate era muy bueno, oscuro.
Un poco más tarde, después de comprobar que, efectivamente, el único tequila era Sauza Gold (que, aparentemente, es como se dice “añejo” – para aquellos que les gustan las traducciones “literales” de las películas), me encontré a unos brasileños muy amistosos. Uno de ellos quería cambiarme mi playera – yo traía una de México – por una de Brasil, pero tanto su maleta como la mía estaban en sus respectivos aviones e íbamos a diferentes destinos, así que quedamos en intercambiar (salvo promesa muy formal de irnos al infierno) nuestras respectivas playeras en septiembre, cuando él regresara a Brasil. Tengo toda la intención de mandarle una. Probablemente se me olvide, pero lo intentaré.
Después de un muy aburrido Brasil-Chile (3-0) con una zona de comida a reventar con gente de Brasil, Chile, Sudáfrica y Francia, principalmente, finalmente abordamos un avión gigantesco (538 pasajeros, decía por ahí) y, después de cenar y ver A Serious Man, dormir y desayunar con un par de capítulos de Two and a Half Men, llegamos a Johannesburgo – o Joburg, como le dicen de cariño. En total, casi treinta horas después de haber salido de México. El clima, muy nublado y un poco frío. Bastante a gusto, en realidad.
Llegué al hostal – que más bien es una casa bastante cómoda – y me sorprendí al encontrarme a tanta gente aquí que habla español. Hay argentinos, chilenos, brasileños, un español (aunque dice que no es español, que es vasco) y hasta una australiana que medio habla español. Después, salí a caminar a una colina cercana de pastizales y grandes rocas anaranjadas y regresé a ver los otros dos juegos. El primero, Paraguay-Japón (5-3, penalties), el más aburrido del mundial hasta ahora. Después, como jugaban Portugal-España (0-1), fui con un par de personas del hostal a ver el partido a un restaurante Portugués muy cerca de aquí, bastante recomendable.
No me ha dado jet lag todavía (y espero que me dé hasta que regrese a México) y mañana voy a ir a un safari, a las 5.30am. Ya les contaré. No quiero quedarme dormido mañana temprano, así que buenas noches.